Nos levantamos temprano, desayunamos y marchamos hacia
el colegio. Pese a estar en pleno mes de Julio refrescaba por las
mañanas así que tanto mi colega como yo llevábamos algo de abrigo
para protegernos del frío mañanero. Durante la jornada matinal se
llevaría a cabo las pruebas de nivel, pero como yo ya tenía
asignada mi clase así que me dediqué a recorrer las calles del
pueblo. Me sorprendió la cantidad de cosas extrañas y diferentes
que tenían los ingleses: chocolatinas gigantes, periódicos
sensacionalistas y tiendas de extraños objetos que seguramente no
servían para nada. Estuve dando vueltas hasta que decidí regresar
al colegio y me topé con un grupo de chicas. Intenté unirme a la
conversación y en media hora tomábamos todos juntos el almuerzo en
el parque de hierba que había a la entrada. En mi vida diaria me
costaba bastante socializar, pero desde que había llegado a
Inglaterra me sentía más seguro de mi mismo. No sabía explicar la
razón, pero posiblemente el haber escapado de mi burbuja hubiera
influido. Cuando los chicos que habían hecho las pruebas salieron se
unieron a nosotros y, una vez que todos terminamos de comer, nos
fuimos a una explanada. Nos dividieron por equipos y, como no podía
ser de otra manera, me quedé sin grupo así que me tuve que quedar
con los sobrantes. Nunca había sido alguien popular o guay y no iba
a ser diferente allí por muy lejos que estuviéramos de Murcia. Sin
embargo había algo en nuestro equipo que denotaba autenticidad y,
contra todo pronóstico, quedamos 3º en la liguilla. Evidentemente
nunca había sido muy futbolero, pero hubo algo ese día que me
impulsó a superarme. Tal vez fue la necesidad de demostrar que
valíamos demasiados para ser unos simples sobrantes.
Los días se sucedieron con las clases y se alternaban
con actividades como la bolera o pequeñas gynkanas hasta que llegó
el día de viajar a Londres. Cogimos el tren bien temprano y bajamos
en la capital antes del mediodía. Recuerdo muchas cosas de ese día:
el tiempo era inestable, vimos los lugares más emblemáticos de la
ciudad y visitamos el museo de cera. Pero lo que más me marcó fue
la magnitud con la que esa ciudad me absorbió. Aunque había viajado
mucho con mis padres nunca había llegado a desenvolverme por una
ciudad con la independencia con la que me moví ese día por Londres,
y eso que no salí del centro histórico, aún así el ambiente
cosmopolita, la diversidad, la grandiosidad, todo lo que podía
hacerme temblar de la emoción se encontraba allí reunido, y allí
estaba yo admirando todo el lugar como si el tiempo se hubiera
detenido para siempre. Entendí entonces que era eso lo que quería,
vivir en un lugar así, pasear por calles infinitas atrapado entre
edificios majestuosos y pantallas de Neón. Formar parte de un
bullicio interminable y a la vez ser capaz de descubrir sitios,
personas, historias nuevas cada día. Ese día tuve un sueño: salir
de mi burbuja para no regresar nunca más.
Dios Alberto, qué recuerdos...
ResponderEliminarEse partido de fútbol lo recordaré siempre por el cabreo que me llevé!! jajaja Hay una foto mía que lo demuestra xD