jueves, 12 de diciembre de 2013

Time Stands Still (At The Iron Hill)

 
Por fin llegó el último día de clase antes de Navidades y todos los compañeros nos dimos los regalos de amigo invisible y nos deseamos prosperas fiestas. Tras salir del colegio comimos en cualquier lado y fuimos danzando por Murcia de un lado para otro haciendo ruido y disfrutando de las vacaciones. ¡Hasta tuvimos un número musical con gaita, gaitero y bailarina incluido! Fue un día largo que terminó en la plazoleta del museo de la ciencia. Alejados de todo el bullicio navideño disfrutamos de una fría noche llena de luz y de ruido en la que nuestras risas inundaban el ambiente y calentaban nuestros corazones. A las conversaciones intrascendentales se unían otras más interesantes, y pese que había gente que iba y venía terminé la noche con las personas que me importaban de verdad. Incluso el regreso por la Gran Vía fue anecdótico y no careció de algún que otro contratiempo originado por los excesos. Pero éramos muy jóvenes y teníamos muchas ganas de comernos el mundo.

Las festividades fueron en familia como de costumbre. Por aquel entonces el grupo nos juntábamos para tomar un café y charlar sobre cómo estaban yendo las fiestas y celebrabámos algún cumpleaños, pero la nochebuena era para las familias y nadie salía de casa sino era para volver a la suya propia. Sin embargo la Nochevieja si era tradición de salir a darlo todo, y esa sería la primera ocasión que tendríamos para disfrutar de la noche más allá de las campanadas. Nos vestimos con mayor o menor acierto y fuimos a un bajo. Fue la típica noche en la que si algo podía salir mal, salió peor, pero estábamos casi todos juntos en aquel garaje para celebrar el venidero 2005 y eso nos mantuvo bailando y cantando hasta que los dueños de la casa decidieron cerrar la noche. Fue entonces cuando nos tuvimos que encargar de una chica descarriada que no podía ni ponerse en pie y terminamos en un piso viendo la tele a las 7 de la mañana. Pero eso tan sólo fue una anécdota más dentro de la accidentada e irrepetible noche. El 2005 no podía haber empezado peor, pero tampoco podría haber empezado mejor.

lunes, 9 de diciembre de 2013

I Want To Break Free

 
Me sorprendió llamándome un sábado por la mañana. La noche anterior habíamos salido y pese a que no habíamos desfasado mucho debido a un pequeño altercado con una pandilla de garrulos, la velada había terminado relativamente tarde. Pero a mediodía se presentó en mi casa con su chupa marrón de cuero y el gorro que se había comparado recientemente en Venecia. Era un chaval con el que me solía llevar muy bien y pese a que nuestra primera conversación fue a base de insultos, nuestro gusto por las miniaturas y nuestra pasión por El Señor de los Anillos propiciaron inumerables tardes pintado figuritas y hablando sobre elfos, orcos y demás criaturas fantásticas. Sin embargo esa mañana no estaba allí para eso. Estaba para que habláramos de la vida, de la política, de lo real y de lo onírico. Pensaba que tendría mucha gente con la que podría quedar y a la que contarle sus inquietudes, pero que me hubiera elegido a mi para sincerarse de aquella manera me hizo sentir especial y creó entre los dos un vínculo que cada vez se iría haciendo más fuerte. Siempre lo había admirado pues me parecía un chico con mucho carisma, y que se dirigiera a mí como a un igual me ayudaba en mis problemas de seguridad y autoestima. Después de todo no había sido tan malo sufrir un poquito con todo lo bueno que estaba recibiendo.

El otoño estaba llegando poco a poco a su fin y empezaba a hacer cada vez más frío. Las notas no me iban mal del todo aunque nunca había sido un alumno brillante y de vez en cuanto debía recuperar alguna que otra asignatura. En aquel momento me había planteado la ingeniería informática como meta. Me encantaba actuar, cantar, quisiera saber bailar y todos los apuntes que tomaba en clases eran personajes y montruos de historias que creaba en mi cabeza, pero siendo sensato a lo único que podía aspirar sería, como mucho, a diseñar alguno de esos bichos por ordenador ya que las únicas salidas posibles para ciertas entidades son las ingenierías, la medicina o el derecho, y las demás ramas no tienen cabida Es cierto que en el colegio se ofertaba el bachiller de artes, ¡pero cómo iba a hacer yo eso! Yo tendría que trabajar en una gran empresa ganando mucho dinero y viviendo en el extranjero. Y para ello tendría que estudiar logaritmos, integrales y dibujo técnico. Vale, amaba las matemáticas y me encantaba las ciencias (el dibujo técnico no tanto) pero soñaba con ser algo más que un simple peón. Y era un sueño tan bonito que mejor vivirlo durmiendo que luchar por él al despertar.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Welcome To The Jungle



Llegó la primera ocasión en la que por fin me dijeron de salir con ellos. Como no solía salir por las noches mis padres estarían pendientes de mi todo el tiempo y vendrían a recogerme puntualmente a las 00:00h. Quedamos por la tarde aunque ya había anochecido y la gente aparecía y desaparecía constantemente. Muchas presentaciones, muchos besos y apretones de manos, muchas caras nuevas y demasiados nombres que memorizar. Y yo no podía estar más feliz. Todo era tan distinto del colegio. Por fin estaba viviendo una realidad auténtica y no los problemas vacuos y triviales que acontecían todas las mañanas durante el horario lectivo. Gente de verdad con las ideas muy claras y muchos sueños por cumplir. Risas de verdad y no sonrisas postizas, preocupaciones por temas que realmente nos afectaban y no las trivialidades de gente adinerada, y respeto por los demás. Esa noche fue otro de esos momentos en los que soñé despierto, sólo que en esta ocasión ningún avión vendría a despertarme.

Pese a que aborrecía los problemas de los niños ricos el tener otra vida fuera del colegio hacía que me sintiera a gusto dentro de ese marco elitista, después de todo nunca viene mal desconectar y no todos mis compañeros eran una panda de mediocres. También habían grandes personajes dentro de mi clase a los que admiraba y que, pese a que no compartíamos los mimos gustos, siempre era un placer quedar con ellos para charlar, estudiar o tomar café. Además llegar todas las mañanas y ver a mi mejor amigo siempre me alegraba el día pues era quizás la persona que más me hacía reir y con la que más cosas compartía. Sin embargo mi nueva forma de vida no terminaba de adecuarse a él. Yo le respetaba, y pese a insistirle que nos diera una oportunidad a mi y a mi grupo de amigos él siempre se mostró reacio. Yo no podía hacer mucho más y si él tampoco me trasmitía sus inquietudes era imposible que nos viéramos más fuera del colegio. Sin embargo era un pilar fundamental en mi vida y posiblemente de no haber sido por él hace mucho que hubiera abandonado el colegio.

martes, 3 de diciembre de 2013

Breaking the habit



A parte de mi mejor amigo contaba con compañeros con los que seguía manteniendo muy buena relación pese a que los últimos tiempos nos habían separado. Era normal que durante esa edad cada uno fuera definiendo su personalidad y se fuera juntando con la gente afín, el problema es que yo todavía me había quedado estancado en la niñez. Solía sentir mucho miedo a lo desconocido y la seguridad que me aportaba el hogar y los sitios cerrados contrastaba con esa jungla que era la noche con su gente extraña e irracional incapaz de predecir. Pero tenía que crecer de una maldita vez y ya había pasado mucho tiempo en el cascarón. Me apoyé en mis antiguos colegas para ir poco a poco haciéndome un hueco en aquel grupillo. Pese a que conocía al resto de haberlos visto por el colegio nunca había tenido la oportunidad de hablar con ellos y, siendo como era una persona reservada, empecé como observador antes de decir mis primeras palabras.

Ese grupo de gente contrastaba enormemente dentro de mi colegio. Frente a toda una bandada de pijos, unos cuantos garrulos ruidosos y algún que otro grupo urbano, mis colegas eran un compendio de heavys, rockeros y hippies difícil de clasificar dentro de una tribu urbana. Pero tenían lo que la mayoría de allí carecían: respiraban autenticidad por los cuatro costados y estaban al margen de todas las modas. Por encima de todo el mayor problema que encontraba yo en aquel sitio era que mis padres no tenían yates ni lujosos duplex, y yo no vestía de Nike o Tommy Hilfigher. Por ello conocer gente así me abrió mucho tanto a nivel mental como físico, y es que evidentemente me empecé a dejar el pelo largo y mi biblioteca musical se llenó de música metálica y apoteósica, pero con esa edad ¿Quién no hacía locuras?. Fui conociendo cada vez más a los miembros del grupo y apareció gente que ya no pertenecía al colegio. Era como si me fuera desvinculando de mi vida anterior, y cada día que pasaba me sentía que estaba viviendo mi propia vida.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Sick and Tired



Lo primero que me dijeron al llegar al claustro del colegio es que la mayoría de mis compañeros del año anterior volverían a estar en mi misma clase. Nada me hacía más ilusión pues había tenido un final de secundaria muy bueno y además compartiría aula con mi mejor amigo otra vez. Comenzábamos ya el Bachillerato lo que significaba que eramos de los mayores del colegio y además nos estábamos preparando desde ese mismo instante para afrontar la Selectividad ya que cada nota contaría. Entre saludos y reencuentros vi a ese amigo que me hacía sentir tan confuso. Él me miró, yo le saludé, y como si fuera un completo extraño pasó de mi evitándome como si se avergonzara de que le vieran en público conmigo. Tantas veces me había restregado planes a los que casualmente se había olvidado invitarme, tantas veces me había defendido en privado para luego reírse de mí en público, tantas veces me había golpeado emocionalmente que al final la gota colmó el vaso. Tenía pocos amigos pero me sentía muy unido a ellos, y que uno de ellos me desestimara de aquella manera me inundaba de tristeza y desesperación.

Evidentemente nuestros amigos comunes me preguntaban de las causas por las que yo ya no quería juntarme con aquella persona (pues él ya les había empezado a comentar la situación), pero mi verdad nada podía hacer frente a sus quejas lastimeras y sus lamentos vacíos. Al final yo volvía a ser el malo y tendría que ir a pedirle perdón como tantas veces habría hecho. Pero ya no. Me había cansado de ser su marioneta y de que me utilizara como blanco de sus inseguridades y de su falta de autoestima. Tenía que empezar a ser capaz de discernir entre la gente que me convenía y la que no y por suerte aún me quedaban personas en las que confiar. No iba a ser un camino fácil pues tendría que vencer muchas inseguridades y además los últimos acontecimientos me habían abierto una herida emocional que tardaría tiempo en cerrar, pero no podía dejar que todo lo que había conseguido durante el verano se desvaneciera de aquella manera.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Going Under

 
Al igual que había sucedido con la ida, el avión de vuelta saldría con retraso así que tuvimos mucho tiempo para recorrer el aeropuerto varias veces. Tenía muchas ganas de volver a casa y contarle a mi familia todo lo acaecido durante el último mes, sin embargo también me daba pena el despedirme de la gente maravillosa que había conocido ese mes. El cansancio nos inundaba a todos, pero en cuanto subimos al avión no pudimos evitar levantarnos y armar jaleo durante todo el tiempo que duró el trayecto. Sin embargo había algo que me venía contrariando durante los últimos días. Una persona a la que apreciaba había ido cambiando su actitud durante la última semana y para las últimas horas parecía huir de mí. Era la misma actitud que tantas otras veces había adoptado y que a mí me sacaba de quicio. Ese victimismo facilón que me convertía en el paranoico y en el malo de la película y a él en el pobre choco abandonado. Con el viaje a Inglaterra pensaba que conseguiríamos afianzar nuestros vínculos, pero tal vez todo había sido una ilusión que se disiparía en cuanto llegáramos de nuevo a Murcia.

El resto del verano transcurrió con tranquilidad y por fin llegó Septiembre. Fue entonces cuando todos los compañeros del viaje aprovechamos para quedar ya que las clases no empezarían hasta mediados de mes. Allí estaban casi todos y allí estaba, evidentemente, él. Daba la casualidad de que veraneábamos en la misma playa y, pese a todo lo que habíamos vivido juntos, no me presentaba más que una actitud hostil cada vez que nos cruzábamos por el paseo marítimo. Y sin embargo en aquella ocasión volvía a ser la persona encantadora con la que tantas cosas compartía y con las que tantos buenos ratos había pasado. No sabía que pensar. Tal vez fuera yo el que le daba demasiada importancia a ciertos gestos ocasionales cuando lo que tenía que hacer era aprovecharme de esos momentos y olvidar las humillaciones. Sea como fuere en dos semanas comenzaríamos el colegio y sería el momento de descubrir de una vez por todas su verdadera naturaleza.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Do You Believe


 Conforme se acercaba el último día el ritmo de las clases se iba haciendo cada vez más intenso. Apenas nos quedaba tiempo para quedar pues teníamos que estudiar duro para ganar el torneo de grupos. Tras superar con éxito pruebas como la competición en la máquina de baile o la carrera por el metro de Londres, nuestros resultados académicos serían determinantes para alzarnos con la victoria. Al final habíamos conseguido posicionarnos bastante bien en la puntuación general, y aunque en algunos momentos habíamos logrado estar a la cabeza de la clasificación, la recta final se presentaba muy reñida para los cuatro grupos. Cualquiera podía ganar. La tensión se podía palapar en el ambiente. Y llegó el día. Al final nos quedamos los segundos. A pesar de todo los ganadores eran de nuestra pandilla de amigos y nos alegramos por ellos además habíamos logrado romper todos los prejuicios que nos habían apartado de los grupos más populares que, por cierto, quedaron en tercera y cuarta posición.

Y llegó la cena de despedida. Nos arreglamos para la ocasión y fuimos a cenar a un bar con terraza aprovechando el buen tiempo. Ya teníamos las maletas hechas pues saldríamos del pueblo temprano y la noche prometía ser larga. Una vez que terminamos de cenar fuimos a un local en donde pincharían música y pasaríamos el resto de la velada. Pese a que no solía consumir alcohol esa noche tocaba desinhibirse y decidí beber. Muchos de mis compañeros, tanto del viaje como del colegio en Murcia ya hacían botelleos lo cierto es que yo había realizado poco ese tipo de prácticas hasta la fecha, reservándolas para ocasiones especiales. Y esa ocasión lo merecía. Nos intercambiamos los regalos del amigo invisible, compartimos buenos momentos y cuando el sol ya asomaba regresamos a casa para poder así aprovechar las pocas horas que nos quedaban en Leigh-on-Sea para dormir antes del viaje de vuelta.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Sleeping Awake




Tras el regreso de Londres me sentía con energías renovadas, no sólo estaba cada vez más integrado en el grupo sino que además tenía más confianza en mi mismo para relacionarme con el resto de compañeros. Volveríamos a Londres en más ocasiones y realizaríamos otro viajes descubriendo zonas de Inglaterra que desconocía. Aunque lo peor era el tiempo, las numerosas actividades y los ratos de ocio que sacábamos lo compensaban todo. De vez en cuando llegaban noticias de España, pero eso estaba tan lejos en ese momento que apenas le daba importancia. Si durante la primera visita a Londres habíamos estado más guiados con apenas una hora para movernos por nuestra cuenta, el resto de viajes fueron totalmente libre y me sirvieron para enamorarme, aún más si cabe, de aquella ciudad: Camden Town, Harrods, Hamley's, Picadilly Circus... Todo era maravilloso cada vez que lo veía y no me cansaba de verlo cada vez que podía.

Entre tanta clase nos tomamos un respiro el fin de semana que nos fuimos a Greenwaters. Greenwaters era un paraje natural de acampada en donde montamos nuestras propias tiendas y pasamos el tiempo haciendo diferentes actividades como piragüismo o juegos en grupo. Aunque estuvo nublado la mayor parte del tiempo, el clima no interfirió para que pudieramos pasar un gran fin de semana. Las noches a la interperie (porque lo que es la tienda la usamos para dejar las mochilas y poco más) nos sirvieron para conocernos mejor y, como es evidente, encontramos amigos comunes que habíamos dejado en Murcia. Aunque esos momentos no eran más que una realidad onírica condenada a esfumarse en pocas semanas, nosotros creábamos con cada palabra y con cada gesto vínculos que nos hacían pensar que seríamos inseparables durante el resto de nuestras vidas. Por suerte esos vínculos nunca llegarían a desaparecer del todo.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Somewhere I Belong


  Nos levantamos temprano, desayunamos y marchamos hacia el colegio. Pese a estar en pleno mes de Julio refrescaba por las mañanas así que tanto mi colega como yo llevábamos algo de abrigo para protegernos del frío mañanero. Durante la jornada matinal se llevaría a cabo las pruebas de nivel, pero como yo ya tenía asignada mi clase así que me dediqué a recorrer las calles del pueblo. Me sorprendió la cantidad de cosas extrañas y diferentes que tenían los ingleses: chocolatinas gigantes, periódicos sensacionalistas y tiendas de extraños objetos que seguramente no servían para nada. Estuve dando vueltas hasta que decidí regresar al colegio y me topé con un grupo de chicas. Intenté unirme a la conversación y en media hora tomábamos todos juntos el almuerzo en el parque de hierba que había a la entrada. En mi vida diaria me costaba bastante socializar, pero desde que había llegado a Inglaterra me sentía más seguro de mi mismo. No sabía explicar la razón, pero posiblemente el haber escapado de mi burbuja hubiera influido. Cuando los chicos que habían hecho las pruebas salieron se unieron a nosotros y, una vez que todos terminamos de comer, nos fuimos a una explanada. Nos dividieron por equipos y, como no podía ser de otra manera, me quedé sin grupo así que me tuve que quedar con los sobrantes. Nunca había sido alguien popular o guay y no iba a ser diferente allí por muy lejos que estuviéramos de Murcia. Sin embargo había algo en nuestro equipo que denotaba autenticidad y, contra todo pronóstico, quedamos 3º en la liguilla. Evidentemente nunca había sido muy futbolero, pero hubo algo ese día que me impulsó a superarme. Tal vez fue la necesidad de demostrar que valíamos demasiados para ser unos simples sobrantes.

Los días se sucedieron con las clases y se alternaban con actividades como la bolera o pequeñas gynkanas hasta que llegó el día de viajar a Londres. Cogimos el tren bien temprano y bajamos en la capital antes del mediodía. Recuerdo muchas cosas de ese día: el tiempo era inestable, vimos los lugares más emblemáticos de la ciudad y visitamos el museo de cera. Pero lo que más me marcó fue la magnitud con la que esa ciudad me absorbió. Aunque había viajado mucho con mis padres nunca había llegado a desenvolverme por una ciudad con la independencia con la que me moví ese día por Londres, y eso que no salí del centro histórico, aún así el ambiente cosmopolita, la diversidad, la grandiosidad, todo lo que podía hacerme temblar de la emoción se encontraba allí reunido, y allí estaba yo admirando todo el lugar como si el tiempo se hubiera detenido para siempre. Entendí entonces que era eso lo que quería, vivir en un lugar así, pasear por calles infinitas atrapado entre edificios majestuosos y pantallas de Neón. Formar parte de un bullicio interminable y a la vez ser capaz de descubrir sitios, personas, historias nuevas cada día. Ese día tuve un sueño: salir de mi burbuja para no regresar nunca más.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Landing

 
Hay grandes historias que comienzan en un Aeropuerto y esta es una de ellas. Corría el año 2004 y por aquel entonces tan solo contaba con 16 años de edad. No estaba siendo un mes de Julio especialmente caluroso para tratarse del verano murciano, pero la ciudad ardía y era contraproducente salir a la calle a determinadas horas del día. Sin embargo ese verano iba a ser especial para mí. Era la primera vez que viajaba a tierras extranjeras sin la compañía de mis padres y, pese a que apenas había amanecido, yo ya estaba temblando de nervios. En pocas horas llegaría a un nuevo país, a un nuevo sitio lleno de casas inglesas, con gente inglesa y costumbres inglesas, y no sabía que tipo de situaciones tendría que afrontar. Por aquel entonces yo era un chaval introvertido, inseguro y miedoso. Nunca me había considerado ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco, ni alto ni bajo, más bien del montón, y pese a estar atravesando la edad del pavo tenía la suerte de que los problemas hormonales típicos no se estaban cebando conmigo. Para mí salir de Murcia de esa manera suponía una nueva forma de descubrir el mundo. Es cierto que había pasado por muchos campamentos, pero todos habían sido organizados por mi colegio y eso había hecho que me mantuviera en una burbuja durante todos esos años. Por fin tendría que salir del cascarón y eso revolucionaría mi mundo de una manera radical.

Y allí estaba yo, sentado en la cabina de un avión rumbo a Inglaterra, rodeado de gente que no conocía de nada. Por suerte había convencido a un amigo para que viniera conmigo y estaríamos en la misma casa, pero su billete le había mandado a la otra punta del avión y entre tanta gente era difícil poder localizarle. Estuvimos parados cerca de dos horas pero finalmente despegamos. El vuelo fue tranquilo y al aterrizar en el aeropuerto cogimos un autobús que nos llevó a Leigh-on-Sea, el pueblo en el que pasaríamos el resto del verano. Una vez llegamos al colegio, las familias comenzaron a llegar y nos fueron llamando uno a uno. Nuestra madre postiza llegó de las últimas y, pese a los nervios que albergábamos, resultó ser relativamente normal. Era una señora alta, morena y con aspecto de ejecutiva toda vestida de negro. Una vez llegamos a la casa y desempaquetamos nuestras cosas cenamos y nos fuimos a pasar la noche a la bolera. Era la primera vez que jugaba a los bolos y las experiencia me gustó. Por suerte esa sería sólo la primera de muchas primeras veces ese verano.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...